Las contradicciones en el país de la democracia perfecta

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NORMA LETICIA CAMPOS ARAGÓN

Resumen

A raíz del caos electoral y la incertidumbre sobre el nombre del presidente electo de Estados Unidos de Norteamérica que se generó en este país en la elección general del siete de noviembre de 2000, mucho se ha cuestionado, dentro y fuera del mismo, el que su Constitución date de marzo de 1789 y poco, muy poco, se ha reflexionado acerca de su contenido. Para ello es obligada la lectura del libro intitulado El Federalista,1 en el cual Alejandro Hamilton, Juan Jay y Santiago Madison, este último considerado padre de la Constitución norteamericana, demuestran mediante los 85 ensayos que se compilan en este libro y que fueron publicados entre 1787 y 1788, la excelencia intrínseca del plan de esa Constitución para proteger los intereses de la propiedad privada norteamericana, no sólo frente a los enemigos externos sino también de los posibles excesos del gobierno y de la sociedad civil de ese país. Para infortunio del pueblo norteamericano, esto es lo que la hace superior respecto a cualquier otra Constitución de su época y por lo cual ha logrado conservar su eficacia y vitalidad durante poco más de dos siglos.

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